Cultura

Repercusiones culturales y sociales del 2 de mayo de 1808 en Madrid

El conflicto armado del 2 de mayo de 1808 se originó ante la negación de España de la instauración de José Bonaparte en el trono español, en perjuicio del rey hispano Fernando VII, conforme a la pretensión del  emperador francés Napoleón I,  quien pretendía llevar a cabo un modelo de Estado inspirado en sus propios ideales. Este hecho sería el que acabaría desencadenando la Guerra de la Independencia española.
Dicho enfrentamiento puede enmarcarse dentro del escenario de la Guerra Peninsular, incorporándose a la pugna precedente entre Francia con Portugal y el Reino Unido, generando un clima de revuelta en toda la península Ibérica hasta  el año 1814.
De esta manera, la guerra de independencia española queda incluida en la disputa de las Guerras Napoleónicas y, también,  en el desequilibrio producido dentro del sistema del Antiguo Régimen, representado por la monarquía absoluta de Fernando VII. La reyerta  se desenvolvió sobre un trasfondo de intensos cambios sociales y gubernamentales fomentados en gran medida por la aparición de la identidad nacional española, conjuntamente con el predominio en el ámbito de los llamados patriotas de ciertos  ideales que tuvieron su origen en la Ilustración y la Revolución francesa.
Las repercusiones, acerca de la mítica jornada desatada en Madrid  el 2 de mayo de 1808 y de la brutal represión acaecida, no tardaron en llegar, quedando inmortalizadas luego en las obras del artista Francisco Goya  en su famosa escena de los fusilamientos del 3 de mayo.
En cuanto al ámbito socioeconómico, la guerra dejó como saldo en España una enorme cantidad de muertos, a causa no solo de la violencia imperante sino también por las hambrunas y epidemias que debió soportar la población de dicho país, siendo los territorios más perjudicados los de Cataluña, Extremadura y Andalucía.
Al mismo tiempo, a la atmósfera de agitación social se sumó el estrago que recayó sobre las infraestructuras, industria y agricultura, además de la quiebra del Estado y la pérdida de gran parte del patrimonio cultural.
En contrapartida, la guerra no devino en la consolidación del país a nivel internacional, sino que por el contrario quedó excluido de los temas tratados en el Congreso de Viena, en donde se definió el futuro geopolítico de Europa. Mientras tanto, en el mapa político interno, la batalla marcó el surgimiento de la identidad nacional española, fragmentando a su vez a la sociedad,  confrontando a patriotas y afrancesados.
Por otro lado, el conflicto fomentó el constitucionalismo, lo cual se vio concretado en las primeras Constituciones del estado, como las de Bayona y Cádiz, y, asimismo,  estimuló la maniobra de emancipación de las colonias de América, que lograrían su independización  finalizada la Guerra de Independencia Hispanoamericana. La ulterior reinstauración de la dinastía borbónica y el regreso del absolutismo, de la mano de Fernando VII, trajo como consecuencia en España un período de luchas civiles generadas por la pugna entre los partidarios del absolutismo y los del Liberalismo, que se expandirían a lo largo de todo el siglo XIX, señalando así el acontecer del país.
Ciertamente, el levantamiento del pueblo español frente las tropas napoleónicas marcó  un hito para España como nación, signado por el afán de pertenencia de los españoles a un proyecto popular.
Asimismo, la Guerra de la Independencia significó a su vez la incorporación de España al contexto político del momento, incidiendo de manera importante en la realidad histórica.
La soberanía nacional, el aliento popular, el surgimiento del liberalismo, la pugna por la libertad y la noción de un cuerpo social unido por medio de principios y modos contrarios a los de los regímenes políticos precedentes, convirtieron a posteriori a la Guerra de la Independencia en un hecho trascendente digno de conmemoración y  análisis.